¿Imaginas una familia de puertas abiertas?

Una experiencia de acogida constante al que llega, al que necesita, al que está solo, siempre ofreciendo el calor de hogar y familia para el peregrino.

Daniel tiene ahora 35 años, es repartidor de paquetería en Amazon y es el menor de mis tres hijos. Es nuestro hijo del corazón, lo adoptamos con todo nuestro amor a un día de haber nacido, vivimos los dos en un departamento sencillo y bonito.

Hace 4 años murió mi esposo al que recordamos siempre por su entrega amorosa y fiel a la familia, nos encanta recordarlo en acciones concretas de servicio que hacía para el bien de todos. El amor recíproco siempre ha tenido un lugar especial en nuestra casa. Jesús y Paola, mis dos hijos mayores, se casaron, y han formado su familia, ellos me han dado cuatro maravillosos nietos, reconocemos el amor misericordioso de Dios; es un regalo inmenso ser abuelos.

Daniel y yo vivimos en nuestra casa, la disfrutamos mucho, aunque normalmente llegamos a casa después de las cuatro de la tarde, pero la pasamos muy bien. En las tardes jugamos rummy, o vemos tele, o hacemos compras para la semana. Otras veces cuando es temporada o tenemos pedidos trabajamos en nuestro pequeño taller de costura en el que confeccionamos sábanas y uniformes escolares. Daniel corta y cierra las prendas en la máquina Over, y yo trabajo en la máquina recta, los dos hacemos buen equipo.

La pasamos de maravilla en casa hasta que llega la oportunidad de incomodarnos un poco para amar con predilección al hermano. Hace unos meses llegó de Jalapa Memo, quien realiza trabajos de mantenimiento en general y lo solicitamos para trabajar un mes en mi centro de trabajo que es una escuela primaria. Por un tiempo durmió en la escuela y luego, como el trabajo se alargaba, trajo a su esposa Meche y a su hijita Natalia de siete meses, pero ya no podían quedarse en la escuela así que les ofrecimos, temporalmente, un espacio en nuestra casa. 

Son personas muy trabajadoras, sencillas y afectuosas. Nosotros queremos que se sientan contentos y felices, vemos en ellos la presencia de Jesús y esto nos hace familia, no falla. Después del trabajo de cada día compartimos los alimentos, platicamos, jugamos con la pequeña Naty, en fin, hacemos familia. Desde el principio, los invitamos a oír misa el domingo y fueron gustosos, aunque no son católicos muy activos, pero participaron. Al salir de misa, platicando con en el padre Luis, Memo le ofreció sus servicios para trabajar en la iglesia con el mantenimiento en general: salones, techos, jardines, pintura, etc. El padre Luis les dio hospedaje un mes en la casa parroquial, así que en unas semanas de trabajo puso en pie varios espacios y dejó los jardines de la iglesia muy hermosos. 

En esos días Memo y Meche se ofrecieron, los domingos, para hacer ventas de comidas, en apoyo a las necesidades de la parroquia, entonces nuestro párroco muy contento conformó un nuevo equipo con ellos al que nombró “El equipo parroquial”, solo están los tres en el equipo parroquial. Ellos venden tostadas de ceviche. Memo prepara un delicioso ceviche de mariscos que ha sido una deliciosa novedad, venden muy bien y ahora el padre Luis le dice Don ceviche. Al término de los trabajos en la parroquia, volvieron conmigo a casa. Fue tan hermoso construir con ellos tantas experiencias que ahora seré madrina de bautizo de mi pequeña Natalia. Tal vez estarán otros días en casa y luego regresarán a su tierra.

En septiembre del año pasado, Alicia y su hijo Beto de 9 años llegaron de Cuba para encontrarse y vivir definitivamente aquí en México con Joel, su esposo, de nacionalidad mexicana. Yo los conocí porque llevaron a Beto a estudiar en la escuela donde trabajo y pude darme cuenta de que Joel ganaba muy bien y podía pagar con toda facilidad los servicios de la escuela; pero a unos meses de haber llegado, Joel sufrió un grave accidente en la motocicleta que usaba para ir al trabajo y después de unos meses de hospitalización perdió la vida dejando a Alicia y a su niño en una situación muy difícil. Estuvimos cerca, acompañándola, escuchándola, venía a casa y aprovechábamos también para hacerle sentir que podía contar con nosotros. Ella no tenía profesión, ni oficio, pero dijo que podía ayudar con la limpieza. 

Logramos entonces abrir un empleo temporal en las bodegas de la escuela ya que no podíamos darle un empleo formal por razones legales, también la recomendamos con familiares y amigos para la limpieza lo que implicó acompañarla algún tiempo para que conociera las rutas y las formas de transporte para llegar a las diferentes direcciones, así pudo colocarse en varios lugares. Fue un tiempo difícil porque nos dimos cuenta de que ella no sabía hacer prácticamente nada. Hacía con mucha dificultad las tareas de limpieza, además, su niño estaba muy consentido y se pasaba el tiempo durmiendo o acostado, por lo que teníamos que ser muy firmes en las reglas cuando estaban en casa y tener mucha paciencia con ellos. Pronto perdió los trabajos donde la habíamos recomendado. Después de unas semanas complicadas decidió aceptar la ayuda de los abuelitos paternos de Beto y se fue a vivir con ellos. Las puertas están siempre abiertas, pero debemos admitir que no siempre es fácil, aunque sean relaciones importantes.

Hace nueve años, cuando estaba por nacer mi nieto Marcos, Jesús y su esposa Verito, nos pidieron vivir un tiempo en casa mientras ellos lograban establecerse en Tizayuca, estado de Hidalgo. Ellos ya tenían a Mateo, el primer hijo, para entonces todavía vivía mi esposo. Por supuesto que les dejamos un espacio en nuestra casa.

Después de unos meses nació Marcos y Daniel se dedicó a cuidarlo todo el año por las mañanas (cambiar pañales, calentar biberones, cambiar la ropa, en fin, fue una experiencia muy laboriosa), ya que todos salíamos a trabajar y llegábamos después del mediodía. La certeza que nos da el tratar de vivir el Evangelio nos ha permitido salir adelante con todo.

Estas son algunas experiencias que hemos vivido. En estas aventuras se pone en juego la estabilidad familiar, física, emocional, mental, económica …, de todos. Pero es el amor evangélico el que está al centro de nuestras vidas, de lo contrario, nos hacemos pequeños o grandes infiernos.

El carisma de la unidad que hemos aprendido de Chiara Lubich (1), nos ha dado la ruta difícil pero segura: Saber perder, amar por primero, ver a Jesús en el otro (2), declararnos Jesús en Medio (3), perdonar… saber escuchar, hacer el vacío, ser recíprocos en el amor (4), son parte primordial en la vida de familia, en el ser familia.

Así vivimos con Daniel, mi hijo, el más pequeño. Nuestra casa es de puertas abiertas, como nos decimos a veces, hay también que saber incomodarse para amar al hermano, después de todo….

Daniel nos cuenta:

Yo no sé lo que signifique ser adoptivo, mi mamá es mi mamá y mi papá, mis hermanos, mis primos, mis tías son mi familia. Los amo, los quiero muchísimo y todos me quieren igual, no sé cómo sea tener otra familia, no entiendo eso. Por lo que dicen que soy adoptivo, pues le doy gracias a Dios de haberme puesto en esta familia, mi hermana Paola dice lo mismo, y mi hermano, también. Mis primos igual, todos damos gracias a Dios por los padres que tenemos. Recuerdo que una vez me dijeron – ¿Te gustaría conocer a tu mamá? y yo dije, pues, la conozco, yo no tengo otra mamá.

Soy feliz. El que seamos familia de puertas abiertas, creo que lo puedo hacer porque así he aprendido. Un año y medio doné mi recámara para una familia que vino a vivir con nosotros, he sido también así muy feliz.

Por Ernestina Vazquez Zapata – México


  1. Focolar: es un italianismo que significa «fuego de hogar» y hace referencia a la atmósfera cálida y protectora de familia.
  2. Dado del amor: es un dado inspirado en el arte de amar y muestra en sus caras las facetas del amor presente en el Evangelio que han impregnado al Movimiento de los Focolares: amar a todos, ser los primeros en amar, amar a Jesús en el otro, amar al otro como a uno mismo, amarse recíprocamente, y amar al enemigo.

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