Nuestra unión con Dios: una vida íntima y una vida externa

Chiara Lubich comparte algunos escritos suyos en los que evidencia las características típicas de la unión con Dios en la Espiritualidad de la unidad.

La vida interior se alimenta de la vida externa. En la misma medida en que penetro en el alma del hermano, así penetro en Dios dentro de mí; tanto en cuanto en mi interior penetro en Dios, así penetro en el hermano. 

(…)

“Nosotros tenemos una vida íntima (Jesús dentro de nosotros) y una externa (Jesús en el hermano). Una con respecto a la otra es la flor, la una es de la otra, la raíz”. 

La vida interior – se afirma – hace florecer la vida exterior.

La vida interior ¿no es la unión con Dios, y nada más?

Es así, pero hay unión y unión. Y esto todos lo sabemos, porque cada uno posee y experimenta, poco o mucho, una especial unión con Dios. 

¿Cuándo se puede definir esta vida íntima como un árbol en flor o como su copa y, por consiguiente, algo rico y compacto? Cuando alcanza su completo desarrollo, su máximo esplendor.

Cuando entramos en lo más hondo del corazón, en busca de Dios (en la oración o durante la jornada) Él, Jesús, está allí y lo percibimos con los sentidos del alma. Allí nos espera para escuchar todo lo que le decimos y para decirnos (si sabemos aferrar su Nuestra unión con Dios: una vida íntima y una vida externa lenguaje silencioso) lo que Él quiere comunicarnos.

(…)

“La vida íntima en nosotros florece, desarrolla su copa sobre una raíz: el amor al hermano, a Jesús en los hermanos. “La vida íntima es alimentada por la vida externa. Tanto en cuanto penetro en el hermano, así penetro en Dios”. Se puede llegar, entonces, a tener mucha

paz, una gran unión con Dios, amando a los hermanos, a Jesús en los hermanos. Pero ¿cuántas veces? Muchas, muchas veces. Tal vez toda la vida. Pero todo esto sucede también viceversa: la unión con Dios es la raíz de todas estas flores, de la copa del árbol de nuestra vida externa. De nuestro amor a los hermanos.

(…)

Pensemos en aumentar, en perfeccionar nuestro amor a Jesús en el hermano, para ver de inmediato o con el tiempo, florecer una paz densa dentro de nosotros y advertir la unión con Dios cada vez más profunda en nuestro corazón.

Fragmentos de una conexión telefónica de Chiara Lubich con los miembros del Movimiento de los Focolares en todo el mundo, 

Chiara Lubich

27 de junio 1996.

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