Gustavo Gutiérrez, el teólogo peruano y pionero de la Teología de la Liberación, ha marcado un antes y un después, no solo en cómo se entiende la teología, sino también en cómo se vive la fe cristiana. Con su cálido compromiso humano, Gutiérrez nos enseña que creer en Jesús es comprometerse con la gente, especialmente con los más pobres.
Su obra Teología de la Liberación, lanzada en 1971, fue un sacudón para la teología de su tiempo: puso a los pobres en el centro de toda reflexión teológica. Pero su mensaje va más allá de decir simplemente que hay que preocuparse por los pobres; Gutiérrez nos hace ver que los pobres son el lugar desde donde nace la verdadera teología. Es decir, no es solo teoría, sino que es un compromiso real con la vida de quienes más sufren.
Gutiérrez toma ejemplo de Jesús histórico, que se puso siempre del lado de los que tienen menos. Para él, la encarnación no es solo un dogma de fe; es Dios mismo que viene, vive, y sufre junto a nosotros, especialmente con quienes más lo necesitan. Para Gutiérrez, hablar de Dios no tiene sentido si no se traduce en una acción concreta que busque cambiar las injusticias que condenan a la pobreza.
Por eso, para él, la teología no debe quedarse en palabras ni en reflexiones. La fe cristiana debe llevarnos a trabajar por un mundo más justo, donde todos, y especialmente los más vulnerables, puedan vivir dignamente. El Evangelio no es teoría; es acción y amor al prójimo, que nos llama a estar cerca de los que más sufren, a luchar con ellos por su dignidad.
Gutiérrez ha unido la reflexión teológica con la vida cotidiana de aquellos cristianos que trabajan por la justicia y la paz. Su teología se nutre de las comunidades cristianas que luchan, resisten, y construyen una Iglesia comprometida con la realidad de su gente y su tiempo.
Su mensaje es claro: vivir la fe significa salir de la comodidad y tomar parte en la construcción de un mundo más justo, donde los pobres no son objetos de caridad, sino actores de su propia historia y de la historia de la fe. Así, Gutiérrez nos recuerda que optar por los pobres no es algo opcional; es el corazón del Evangelio.
El legado de Gustavo Gutiérrez sigue siendo una guía para la Iglesia en su misión de llevar el mensaje de Jesús, quien vino para que todos tuvieran vida en abundancia.
Por Sonia Vargas Andrade – Bolivia